martes, 30 de septiembre de 2008

La distancia del dibujo





Hasta el 18 de octubre, puede verse en el Museu d´Art Espanyol Contemporani la exposición La distancia del dibujo, que reúne 169 obras sobre papel: 130 realizadas por Joan Hernández Pijuan (Barcelona, 1931-2005) entre 1969 y 2005, más una selección de 39 dibujos de los conocidos como Iris de Pascua, que el artista catalán pintaba cada año, desde 1988, en época de Pascua. La Fundación Juan March ha realizado un catálogo donde se recogen, junto con varios textos, las 130 obras en papel y en publicación aparte un libro complementario que con el título de Iris de Pascua recoge una selección de esos dibujos, acompañados de un texto introductorio de Elvira Maluquer, la mujer de Hernández Pijuan.
La pintura sobre papel de Joan Hernández Pijuan constituye una fascinante aventura creativa desarrollada en el interior de una trayectoria ya en sí misma esencial y oblicua respecto a las diferentes corrientes plásticas coetáneas; una trayectoria que, con el paso del tiempo, manifiesta más claramente sus contornos, sus espacios de expansión, sus ritmos fluctuantes, su elástica unidad. No obstante, dentro de esos casi cuarenta años de quehacer artístico habita, como en una especie de territorio paralelo, el trabajo sobre papel, que parece invitar al espectador a recorrerlo de forma única y específica, es decir, sin comparaciones con el resto de piezas realizadas por el mismo artista.
A diferencia de lo que ocurre con numerosos pintores, la obra en papel de Hernández Pijuan no es un episodio tentativo para los trabajos hechos en otros soportes; no es un banco de pruebas donde experimentar, a una escala más dimensionable, ejercicios y resortes lingüísticos que posteriormente aparecerán amplificados en piezas de mayor envergadura. Por el contrario, Hernández Pijuan concibe el papel como un ámbito particular y sin extrapolación posible, un lugar propio, construido o adquirido mediante la sola y áspera perseverancia de entender cómo se comporta un material, qué manifiesta, cuáles son sus resistencias y sus resortes, hacia dónde encamina la dicción pictórica.
Prácticamente toda la obra de Hernández Pijuan es un permanente asedio de lo próximo, una constante circunvalación en torno a los objetos más prosaicos, a las imágenes más primordiales. En este proceso creativo la duda adopta un sentido casi obsesivo, se convierte en un verdadero motor artístico que obliga a cuestionar cualquier certeza, que incorpora un ritmo pausado y meditativo, sin asimetrías, mediante el cual la pintura parece dejar de ser enunciado para transformarse en confesión.
Existe en la obra de Hernández Pijuan una especie de poética de las cosas en su dimensión más prosaica, un refinamiento de lo común que prescinde de la vulgaridad y de lo grotesco. Sin embargo y aquí reside, quizás, uno de los equívocos a partir de los que se han interpretado gran cantidad de piezas del pintor barcelonés, esa elegancia de su pintura no es tanto un estilo, una forma de hacer el cuadro como una manera de pensarlo y, en cierto modo, de sentirlo. Me atrevería a decir que en la pintura de Hernández Pijuan hay una dimensión ética que no ha sido del todo explorada, una posición moral no moralizante que funciona como una especie de subtexto o hilo conductor, que se manifiesta, de forma superficial o estilística, como una delicadeza sobria, pero que, en realidad, es el reflejo de otra cosa, la resonancia sobre la superficie del cuadro de una manera pausada y personalísima de entender la pintura.

Valentín Roma;"Aproximación a la obra sobre papel de Joan Hernández Pijuan", extracto del catálogo.
Museu d’Art Espanyol Contemporani(Fundación Juan March)
Sant Miquel, 11
Palma
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